El curuchupa de Alexis Ponce

Animal que muestra la lengua, pieza arqueológica, Castillo Sforzesco, Milán, 2014

Entre las cartas feroces que circulan en
el ciberespacio, me comporten una de un tal Alexis Ponce. El escrito de rasgos
de lengua virulenta y viperina refiere alguna información que sería
importantísima considerar, lástima que no cite las fuentes que usa. Sin duda el
articulito podría ayudar en el debate sobre la nefasta influencia de la
“curochupería” en el Ecuador.

En cuanto a la palabra “curuchupa”,
ciertamente “curo” podría ser interpretado como gusano (ninacuro,
fuego o luz e insecto), mientras que “chupa” (siquichupa,
sería la parte de cuerpo que refiere Ponce -de allí chirisiqui o
siquicara
-, así, por ejemplo, urcusique, asiento o base de montaña)
parece referir a otra cosa: existe una hierba, que crece en los pantanos,
llamada “caballochupa” o “cola de caballo”, pero no sé si tendrá alguna
relación; también, se llaman algunos sitios como “motilonchupa”, “tablachupa”,
padrechupa”, “pambachupa”… en fin el término “chupa” está
relacionando, más buen, con el “rabo” o la “cola” (el rabo del toro, de perro,
del gato, del mono… pero no del cuy, que no tiene rabo).

El término “curuchupa” tiene el
exquisito sabor de un “ecuatorianismo”. Literalmente, si se le hace caso al
quichua, “rabo de insecto”, pero, se denominaba y se denomina «rabo” a
quien iba atrás, atrás de otro, sobre todo a los niños (“guambra rabo” o
“rabito” porque el niño no se despeja de los papás); de allí, también el
carácter de sumiso (aunque, no quiere decir que esté sometido, solo que está
pegado). Además, no parece que “curo” sea quichua, sino que provenga de “cura”
(latín, curāre), que es una denominación del oficio de “cuidar” de los
párrocos (“cura párroco» o simplemente “el cura”). En este caso “curuchupa
sería el “seguidor del cura”, cosa que encaja perfectamente con la realidad que
el término ha nominado, de modo despectivo.

El término “curuchupa”, acuñado
entre guerras de “blancos” (liberales y conservadores) mientras los que pagaban
los platos rotos pobres (sin tener ni voz ni voto) –Léase El Cojo Navarrete de Enrique Terán, 1964-, denomina a los secuaces
o a los falderillos (perros falderos) o a esos que les gusta lisonjear y adular
por granjearse las dádivas del patrón (de turno). ¡Hay curuchupas en todas
partes! Pues, donde hayan cualquier tipo de “pontífice”, “predicador” o
“mesías”  (de izquierdas o derechas, de norte o sur, de ángeles o diablos,
de ricos o pobres…) siempre habrá curuchupas para dárselas de
importantes, aunque para esto deban patear a los hermanos o dejarles chirisiquis.


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