Eternit cancerígeno

Tronco seco en la rivera de un charco. Valle de Aosta, 2011.

El negocio del eternit, que implica a productores, distribuidores y usuarios, es un enemigo por abatir, con la misma urgencia con la cual se debería difundir la nocividad (cancerígena) de las hojas de eternit y el reclamo a quienes se encargan de establecer las leyes municipales y nacionales que debieron (deberían) tipificado como delitos la producción, la venta y el uso del eternit, incluso se debería iniciar procesos judiciales para establecer responsabilidades y pedir reparación por la negligencia o la mala fe.

El periodico italiano La Stampa del domingo 17 de julio publicó una crónica titulada: I dannati dell’amianto Il killer libero di uccidere in mezzo Sudamerica (Las perversiones del amianto el asesino suelto para matar en medio de Sudamérica) donde sobresale la decisión de Organización Mundial de la Salud del 1986 por divulgar que la «exposición a cualquier tipo de fibra de amianto y de cualquier grado de concentración en el aire debe ser evitada porque causa cáncer» y lo que llama, el periodista Michele Brambila, «el mercado de la muerte» constituido por los negociantes de amianto que una vez condenados en Europa han encontrado puesto en los países donde la gente no sabe de las consecuencia del amianto.

Lugwig Hatschek patenta el cemento-amianto y lo llama eternit (palabra que refiere al término latino aeternitas o sea eterno), posteriormente se difunde el uso, siempre bajo sospechas de causar daño a la salud; sospechas que son confirmadas y es obligado a retirarlo el eternit del comercio después de la declaración de la OMS, pero, como es el caso de suizo Stephan Schmidheiny -según el susodicho periódico-,  el negocio es trasladado a América del Sur, donde crecen las ganancias de los empresarios inescrúpulosos como crece el abuso de la ingenuidad de la gente que para hacerla más lacerante, como es el caso de mencionado suizo,  los ricos empresarios aparecen liderando la conservación del ambiente.

Chile, Argentina y Brasil tiene alguna ley para tutelar a los ciudadanos del peligro cemento-amianto, mientras otros países como Colombia no han hecho nada para proteger a los seres humanos de esta amenaza, en igual circunstancia seguramente se encuentra el Ecuador, pues incluso en algunos proyectos de vivienda popular (de la RC) se incluyen las famosas hojas de eternit. Lo fastidioso de este asunto de la nocividad del eternit es que siendo una cosa conocida no se tome ninguna medida para evitarla y que hasta los médicos, muchos de ellos con especializaciones en el extranjero, digan poco o nada o quizá solo se preocupen de tener un nuevo hospital con techo de cemento-amianto (eternit).  

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