la visita del Papa a UK
21 octubre, 2010
Observé por televisión, como muchos en el mundo, algunos de los actos de la visita de Benedicto XVI al Reino Unido, predios de Isabel II, la mayoría me parecieron fríos a excepción de la vigilia de oración donde sentí, incluso en la trasmisión televisiva, un océano silencioso que portaba multitud de palabras personalmente pronunciadas con calidez, atención y sencillez. La visita me recordó la historia de este mundo dispuesto entre quienes lo recorren a caballo, los “grandes” -aquellos que ostentan y detentan el poder- y quienes lo transitan a pie.
La edad del Papa Ratzinger muestra que es uno de los protagonistas de los acontecimientos eclesiales de los últimos años y que es posible que sea él quien cierre toda una generación especialmente señala para encausar la renovación, propuesta en el Vaticano II, conclusiones que aún debe difundirse incluso superar las corrientes surgidas de la nostalgia de las formas.
El servicio de los eclesiásticos podría resultar paradójico, pues este ministerio configurado por la opción por la pobreza requiere obligadamente alternar con el fastuoso estilo de vida proveniente del poder –“la pobreza”-, que siendo solo fachada impresiona y seduce: aquellos palacios, jardines y sequitos; aquel lenguaje, poses y maneras… ¿deberíamos ser todos así?
Sería novedoso ver a un Papa de visita a un pueblo pequeño de la serranía ecuatoriana, por ejemplo Pataquí, y disfrutar del ambiente, de la comida, de la conversación; pero el disfrutar de esta manera, lo sabemos, es privilegio de quienes transitan a pie, como también lo es la oración de aquellos cristianos congregados aquella noche en un parque de UK.
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