Dioses, amistad y pecados

Un
error terrible, denunciado en la Biblia y testimoniado en la historia de los
pueblos, es la presunción de controlar, de parte de los seres humanos, todo lo
que pueden encontrar, incluso a los mismos dioses; en este punto los seres
humanos aprendieron a realizar algunas cosas para no enfadar a los dioses y
evitar los castigos que estos seres arbitrarios imponía, lo hicieron por medio
de ofrecer sacrificios y el estar atentos a los caprichos de los seres divinos para satisfacerlos. También, los seres humanos diseñaron y establecieron leyes y
rituales para no equivocarse en sus compromiso con los dioses e implicaron a
todos los del grupo con penas para los pecados.
El
experiencia anterior es contraria a la forma de actuar de un ser misterioso que
siempre rechaza las pretensiones que tiene los ser humano –los israelitas- de
controlarlo. El no es uno de esos dioses, uno de esos ídolos, que eran solo una
imagen creada de la mente humana.
Ese
ser misterioso que habla y escucha, que interviene en la historia, que es el
único dueño de la vida asume la carne (un ser humano) para enseñar a los
hombres una nueva actitud vital: la actitud de la amistad, una actitud centrada
en los sentimientos de paternidad y filiación. Ese ser es Padre –de El proviene
toda paternidad- no quiere a los ser humanos como piezas de ajedrez, que tienen
que sometan su voluntad a la suya; El quiere compartir la libertad: ser amigo.
El
pecado terrible es rebajar la libertad a la esclavitud, el valorar la amistad
como una lista de cumplimiento de deberes, actitud asquerosamente pagana e idolatrica.

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