Ansias de Leonidas Proaño

Estalactita de hielo al amanecer camino al pico norte del Rumiñahui. Valle de los Volcanes.

Anunciar que la
cercanía de Jesús es una realidad, que se convierte en una necesidad para quien
celebra la Eucaristía, pero ¿cómo hacerlo entre tantos satisfechos y
entendidos? ¿Cómo escuchar a Dios en los labios de pastores (de obispos y
arzobispos) cuando apenas hablan, cuando el sarcasmo les cobija, cuando se
olvidan que deben servir a quienes humillan? Jamás, se ocuparon de aprender a escuchar (que es lo mismo que rezar) o solo escucharon la conveniencia de sus ascensos o
de sus pretensiones. Ansias (1936) es una poesía
de Leonidas Proaño en el cual expresa aquella acción que surgen el corazón de
un sacerdote católico, cuya misión abarcar todo corazón humano que late en
la historia, a partir del saber escuchar en el maravilloso Silencio Creador.
Ansias
 
Jesús de mi
Sagrario
Jesús a quien yo
traje esta mañana,
Jesús a quien yo
tuve entre mis dedos…
Jesús de mi
Sagrario y de mi alma…
            Me comen mis dedos;
            Me queman las entrañas…
Deseos de hacer
bien a manos llenas,
de sembrar la
Palabra,
por los caminos,
por todas las
distancias,
por todos los
rincones
y por todas las
placas,
por las tierras
preñadas de promesas
y por las tierras
áridas,
por los mares, los
ríos, los desiertos,
los valles, las
montañas…
            Jesús de mi Sagrario:
            me queman las entrañas
estos
grandes deseos
            de sembrar por el mundo la Palabra.
                                         
Señor: ¿Por qué
prendiste
dentro de mi esta
llama?
            Señor: tantos deseos
para
que mueran al clarear el alba…
Señor, Señor: la
luz de tu Evangelio
en las sombras
paganas,
dentro de nuestras
selvas
y en las llanuras
fértiles del Asia…
En la cabeza huera
de los grandes
y en la débil
cabeza de la infancia.
En las grandes
ciudades europeas,
en sus grandiosas
plazas;
en las sierras
pobladas de América
y en sus frías
montañas…
En medio d las
grandes muchedumbres,
en medio de la
guerra y las batallas,
en el aire, en las
trincheras,
en el hielo, en el
agua y bajo el agua…
En los nuevos
palacios de los ricos
y en las tristes
cabañas…
Señor Jesús: La
luz de tu Evangelio
en el ruido
estruendoso de las fabricas
y después… en el
silencio
de las humildes
casas,
en donde se
merienda y se conversa,
en donde se
descansa.
Señor, Señor:
quisiera
llagar dentro del
alma
y hablar en el
secreto
y embalsamar sus
llamas…
¡Señor: tantos
deseos
Para que mueran al
clarear el alba!
¿Quieres que me
consuma en el silencio,
como tu humilde
lámpara?
¿Quieres que sea
incienso que se quema
y perfuma tu
estancia?
¿Qué me vaya,
Señor, o que me quede,
que levante mi
voz, o no hable nada?
Jesús de mi
Sagrario, silencioso,
que obedeces mi
voz cada mañana…
Jesús, a quien yo
tengo entre mis dedos:
Jesús, ¿Qué
quieres que haga?
            Me queman tus deseos,
            me queman las entrañas…
1936

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